La explosión controlada de Viva Belgrado en Madrid
La banda cordobesa, Viva Belgrado, ofreció un sobresaliente concierto en la sala La Riviera, dentro del ciclo Inverfest, algo eclipsado por los recurrentes problemas de amplificación del foro madrileño
Es duro de asumir, y muchos seguimos sin hacerlo, que uno de los templos de la música madrileña en directo haya vuelto a recaer en sus fantasmagóricas adicciones. Si antaño se trataba de la ecualización y el propio sonido de los recitales –distorsionado, saturado…-, de un tiempo a esta parte la sensación y diría que la realidad, es cristalina: a La Riviera le falta potencia en su sonido.
Es muy posible que esto se deba a la ausencia de los altavoces (PAs) que cuelgan de las columnas que sustentan la sala, o quizás tenga que ver con algún aspecto técnico que se nos escape, pero es impepinable que según te alejas del escenario, las ondas sonoras van bajando su intensidad en lugar de prolongarse en el espacio. Este fenómeno tiene como resultado que la mitad del aforo (el que está más cerca del escenario) goce de los conciertos con auténtico frenesí, mientras que el resto disfrutan de una versión en baja calidad de conciertazos como el del pasado viernes.
Una vez que nos hemos desecho del cuerpo del crimen, es de justicia eximir de cualquier culpa al testigo principal, y es que Viva Belgrado ejecutó un sólido y arrebatador concierto, en la línea que llevan mostrando en los últimos años, y más concretamente, durante la gira de presentación de su último álbum, Cancionero de los cielos, que cumple un año este mismo mes de enero.
Ya pasaron por Inverfest en su pasada edición, actuando en la Sala La Paqui, y este año era el turno de dar el salto a su hermana mayor, una Riviera que sin alcanzar el lleno presentó una gran entrada para aupar al cuarteto cordobés al olimpo del rock alternativo nacional. Y digo rock por englobar y etiquetar universalmente un estilo que está muy por encima de la música de guitarras que tradicionalmente conocemos.
Pasajes de post rock, rock progresivo, hardcore…aroma a Explosions in the Sky, Mogwai, o tintes melódicos de Sigur Ros, hacen de la propuesta de Viva Belgrado una experiencia fascinante, epatante e introspectiva como pocas en el panorama nacional actual. A todo ello hay que sumarle su faceta más convulsa y explosiva, protagonista de su sonido y adorada por un público cada vez más amplio y fiel, que coreaba cada uno de sus temas de principio a fin.
Como si de un viejo e inútil edificio se tratara, La Riviera fue acordonada, instalándose los explosivos para que comenzará la cuenta regresiva, con su último trabajo como detonador principal. Así sonaron de inicio temas como ‘Vernissage’, ‘Gemini’ o ‘Jupiter and Beyond the Infinite’, alternadas con la asfixia costumbrista de ‘Una soga’ o el simbolismo insistente de ‘Cerecita Blues’ de su notable disco Bellavista, para volver a su obra más reciente con el grito incendiario –y habitual- de ‘Saturno devorando a sus hijos’ o ‘El Cristo de los Faroles’, en un velado y ambiguo homenaje a su ciudad, arropado de un muro de guitarras fronterizo al trash metal.
Una narrativa lírica y sonora que seguía escribiendo capítulos de una noche para el recuerdo de la banda. Una historia que mejoró su sonoridad en la parte media del concierto, potenciando la inmersión del oyente gracias a la continuidad que ofrecían cortes como ‘Un relato’ o el póker nostálgico de ‘Báltica’, ‘De carne y flor’, ‘Madreselva’ y ‘Osario’ de su primer LP Flores, carne, donde la violencia y la ternura se encarnan, generando una atmósfera tan absorbente y penetrante como pocos grupos llegan a alcanzar en nuestro país.
Con el último temporizador a punto de llegar a su fin, aún hubo tiempo para un último triplete de gran nivel. Arrancando con su clásico contemporáneo, ‘Un tragaluz’, coreado al unísono por toda la sala, en su faceta más melódica, para continuar con el fervor de ‘El gran danés’, de su primer EP -2013-, y cerrar definitivamente con el desgarro implacable de ‘¿Qué hay detrás de las ventanas?’ y ese intenso punteo de guitarra que sirvió de despedida –y de bienvenida-, con las primeras y últimas palabras del grupo agradeciendo a la afición su presencia y entrega desde el inicio del bolo.
Porque esto es a lo que vino a jugar Viva Belgrado a Madrid, al igual que lo hace en el resto de los campos de una liga que se le empieza a quedar pequeña.









