Crónica Iván Ferreiro en las Noches del Botánico: De la Trinchera Pop al futuro del pop
El Clan Ferreiro se dio la mano en el idílico escenario, en una velada que superó las inclemencias del tiempo
Era un momento muy esperado por el público allí presente. Uno especial, emotivo y mágico. Uno más de los muchos que nos regalan los artistas, tocados por la varita de las Noches del Botánico cuando pisan su escenario.
Iván, el padre, lo buscó orgulloso tras haber interpretado juntos la mítica ‘M’, de Los Piratas. Amaro, su tío, sonreía sin soltar su guitarra y Andrés, no rehuyó ese abrazo que a todos nos emocionó.
Era la segunda vez que Andrés Ferreiro pisaba esas tablas porque, al frente de Querido, su banda, había sido el encargado de abrir la velada, cuando la tarde, plomiza y gris, amenazaba con fundirse con la noche antes de tiempo.
Hace apenas un mes que han publicado su primer larga duración, Una nueva esperanza IV, un disco notable que parece el eslabón perdido entre Los Piratas y los primeros trabajos en solitario de Iván Ferreiro. Porque el parecido entre el hijo y padre va más allá de una voz clonada en tono y estilo de cantar: estilísticamente son muy parecidos también.
Andrés no lo esconde: se ha hartado de escuchar a Pink Floyd, Radiohead y las canciones de su progenitor, que le encantan. Aquí no hay falsa rebeldía ni poses. Hay admiración y una natural aceptación de sus influencias.
Se presentó en el Botánico desprovisto de complejos y el grupo atacó los temas con una seguridad impropia del temprano estadio de su carrera a pesar de que la ocupación del recinto escénico todavía estaba muy lejos del lleno posterior. Algunos admiradores, algunos curiosos y algún que otro despistado que se había acercado pensando que el concierto principal se había adelantado.
Aguantaron estoicamente la fuga provocada por la lluvia (afortunadamente, por poco tiempo) cuando atacaban su versión de ‘Cap. 8: San Lorenzo’, del reciente debut de los vascos Galerna. No son las únicas referencias a las que acuden: los Pereza de tío Leyva o los extintos Zenttric les ayudan a completar un repertorio al que merece la pena dedicar un rato.
Por su parte, Iván Ferreiro conoce bien todos los rincones del Real Jardín puesto que ha formado parte de este ciclo de conciertos en numerosas ocasiones, la última en junio del año pasado. Está en un momento dulce puesto que Trinchera Pop (marzo 2023), magnífico disco que sintetiza su ya larga carrera, funciona a la perfección en directo y no parece haber perdido fuerza desde que arrancara la gira.
Quizá por ello, el artista gallego no quiso hacer demasiados cambios en un setlist casi calcado al que nos ofreció en la edición de 2023: de los 22 títulos, 19 ya sonaron en aquel momento. ‘Los puntos de Lagrange’, ‘El fin de la eternidad’ y ‘Los restos del amor’ se quedaron fuera e hicieron sitio a ‘Gran columpio’, ‘El dormilón’ y una accidentada ‘Extrema pobreza’, que sufrió un abrupto corte de sonido cuando enfilaba su parte final.
El concierto había arrancado con ‘Canciones para no escapar’ un rato antes, cuando el cielo decidió llorar con cierta intensidad. Y cuando ya se habían secado sus lágrimas llegó el apagón sonoro. La banda se lo tomó con calma, salió unos minutos del escenario y retornaron para continuar en el acorde en que lo habían dejado, inmutables, en una decisión tan extraña como natural su resultado.
Iván es un tipo singular, profundamente introspectivo, que bucea en aguas de nostalgia y melancolía, que inspiran y envuelven la mayoría de sus canciones. Es de esas personas con un mundo interior rico que, a veces, lo atrapa en demasía. Eso explica la profundidad de sus letras, la sensibilidad que demuestra al cantarlas, pero también una cierta irregularidad en sus espectáculos.
El recital del pasado año fue una secuencia regular de intensidad notable y, sin embargo, en este, el nuevo orden de los cortes produjo algunos valles de los que rompen el ritmo y dificultan mantener la conexión. También es cierto que el público de hoy en día se distrae con cierta facilidad y a él no se le pasa una.
Quizá la gente espere que toque ‘Años 80’ (que sonó en el momento adecuado) y no una, sino varias veces. Quizá la gente olvide por un momento que la belleza de sus canciones no solo radica en esa mirada hacia dentro sino también en esa ejecución sensible de los medios tiempos, algunos más suaves y otros más enérgicos.
Sea lo que fuere, hay ciertos momentos en los que la pista se despeja e, incluso, se escucha alguna queja. Pero, al final, vencen las melodías y la interpretación de un cantante con muchas tablas que se rodea de una banda cohesionada que sabe lo que hace.
Además, como ya se ha visto en las primeras líneas, es habitual que se haga acompañar de algún que otro artista invitado. El más especial no fue el único, puesto que Diego, de Veintiuno, se acercó para cantar a dúo ‘Dejar Madrid’. Tras ella, el de Vigo fue desgranando viejas y nuevas melodías, propias como ‘El pensamiento circular’ y ‘Miss Saigón’, y referencias a Los Piratas como ‘Santadrenalina’ y ‘El equilibrio es imposible’.
La traca final ya la vivimos, sonando ‘El viaje de Chihiro’, ‘Cómo conocí a vuestra madre’, ‘Turnedo’, que emociona cada vez más en cada bolo y ese final perfecto ‘En las trincheras de la cultura pop’.
En todas ellas los móviles se alzan al aire y la concurrencia compite por demostrar el estado de forma de sus cuerdas vocales. Y terminan admitiendo que el tipo sabe lo que hace.
Puede que Iván Ferreiro se sienta como un soldado que brega y se arrastra por el fango para sobrevivir en una industria de tendencias tan cambiantes, pero nosotros lo vemos como un creador que sabe tocar la fibra sin grandes alharacas, apelando a las emociones sinceras. El de la noche del viernes demostró, sobre todas las cosas, que hay Ferreiro para rato.
Redacción: Yago Hernández González
Foto de portada: Víctor Moreno