Crónica del concierto de Alt-J en Madrid
Wizink Center
09.01.2018
«Inspiración y genio son casi la misma cosa.»
Victor Hugo
Lo que podría haber sido un ejercicio funcionarial de primer orden de ochenta minutos de duración, termino por convertirse en un ejercicio de sofisticada contundencia musical resaltada por un ejercicio de luces sobresaliente, hipnótico y seductor. La banda de Leeds desgranó casi veinte temas de sus tres discos con la sabiduría, maestría y precisión sinfónica que caracteriza a cada uno de sus álbumes, con especial mención a su último lanzamiento Relaxer. Alt-J destaca por una cuidada y detallista producción de sus discos que, al intentar trasladarlo en directo se enmarañan en una alambicada traslación al directo que no termina por convencer del todo. En su recital del Wizink Center, apoyados en un brillante sonido, el grupo ha decidido apostar por la contundencia en detrimento de una mudanza exacta de sus estructuras sinfónicas al directo. Esta apuesta les salió realmente bien desde el primer instante en su concierto de Madrid desde el momento en que le dieron apertura con Deadcrush, de la que no se puede separar del exquisito, hipnótico y un tanto turbadora escolta visual que deslumbró a la audiencia allí congregada y que no cejó en su exquisitez durante el resto de canciones.
Fitzpleasure, Nara, Something Good, The Gospel Of John Hurt e In Cold Blood fue el quinteto de tonadas que abrió pista al éxtasis colectivo que se calmó en el tramo intermedio pero que volvió a resurgir en el tramo final del concierto gracias a Matilda, Pleader o Taro, y que puso el broche final en un bis de tres canciones que resume el espíritu pop, arty y rock de Alt-J: Intro (An Awesome Wave), 3WW y Breezeblocks. En suma, un notable concierto, que más allá de su duración, supuso un ejercicio de estilo poliédrico, refinado y contundente a partes iguales.
Redacción: Juan A. Ruiz-Valdepeñas