Reseña libro «La fabulosa taberna de McSorley»
Joseph Mitchell
Ed. Jus
«La vida en Nueva York es un deporte de velocidad y reflejos en el que, al final, decide la suerte. Eso tiene que ver, seguramente, con el tipo de personas que atrae la ciudad. Pocos van a Nueva York para retirarse o para llevar una vida tranquila. A Nueva York se va a trabajar y a vivir con la mayor intensidad posible, lo cual acarrea riesgos»
Enric González
Confieso que tengo una especial atracción hacia la ciudad de New York. Desde pequeño siempre me he sentido fascinado por este entramado urbano donde parece que el mundo confluye en una espiral de confusión, consumo, velocidad, altura, creación y caos. Un lugar en continua transformación y epicentro de todo lo que está por suceder. Esa fascinación no fue más que incrementándose durante muchos años hasta que, hace tres, pasé cinco maravillosos días en compañía de un gran amigo pateándonos la ciudad de cabo a rabo y, precisamente una de las zonas que más nos atrajo fue la circundante a Bowery, lugar referencial en muchas de las crónicas escritas por Joseph Mitchell (quien en sí mismo merece una narración aparte).
Mitchell establece un retrato pormenorizado de las sombras que iluminan la ciudad. Una galería de personajes que se abre con el excepcional recorrido histórico que hace sobre la taberna que da título al libro y que se extiende por más de cuatrocientas páginas de personajes desquiciados, desquiciantes, situados en los márgenes de la gran ciudad pero que, en sí mismos, son elemento indispensable de la misma. Desde el pormenorizado retrato de las familias gitanas y sus prácticas, pasando por una mujer barbuda, una niña prodigio, el acrobático retrato de los clubs de sordomudos, la descripción orgiástica del festín de carne que narra en Hasta reventar por cinco pavos, la memorable crónica sobre el origen y práctica en la ciudad de los calipsos en El pícnic de Houdini y así muchos más (a destacar en la tercera parte del libro el relato «La caída del fascismo en el condado de Black Ankle), logrando una visión de conjunto excepcional de una ciudad azotada por todo tipo de acontecimientos (la mayor parte de las crónicas se realizan entre los años treinta y cuarenta del siglo veinte) que son recibidos por los habitantes descritos con exquisita naturalidad e incluso indiferencia, porque la historia la marcan ellos mismos, en sus calles andrajosas y los bares mugrientos, en los pisos realquilados y los restaurantes desamparados.
En suma, un libro necesario y necesitado de reivindicarse, que aumenta su vuelo según van avanzando las páginas, hasta convertirse en un imprescindible de la crónica periodística, gracias a la maestría literaria de Mitchell, un autor que a pesar de su legendario bloqueo, entregó piezas de influencia notable a lo largo de los años, porque, al igual que Nueva York, Mitchell es como lo escrito por Truman Capote: » “New York is a diamond iceberg floating in river water.”
Redacción: Juan A. Ruiz-Valdepeñas
