La energía de Animadora y Aeronave Adolescente sacudió la sala Vesta de Madrid
Aeronave Adolescente es el proyecto en solitario del joven multiinstrumentista y cantautor Daniel Valcárcel (Culleredo, A Coruña). Proveniente de una formación clásica en el Conservatorio de su pueblo natal, en el que finalizó el Grado Profesional de piano, se ha adentrado en terrenos más contemporáneos con toques de lo-fi, bedroom pop e indie que resulta en una mezcla que combina guitarras afiladas y estética D.I.Y. noventera.
Su primer trabajo, “Sempre está chovendo na beira do mar” (siempre está lloviendo en la orilla del mar) y, como mandan ahora los cánones del coleccionismo melómano, ha sido editado en cassette por el sello independiente Murmullo Records. El pasado jueves 28 de abril nos lo presentó en la Sala Vesta de Madrid.
Como aperitivo, Animadora, el proyecto musical de Andrea Podadera, artista a la que ya pudimos ver en Festichachi, acompañada de su guitarra acústica. La malagueña se presentó en la sala aferrada esta vez a una Telecaster, acompañada de una segunda guitarra, bajo y batería, dando vida a su EP “las corrientes” y honrando a los héroes del post punk y el showgaze, con una vibrante demostración de cómo aprovechar una oportunidad y dejar huella en un bolo tan corto como maravilloso.
Media hora de intensidad musical y emocional de un proyecto que da ahora sus primeros pasos y, en los próximos tiempos, previsiblemente, mucho que hablar.
Con el público caliente y los lógicos nervios de un debutante muy joven (apenas 20 años), aterrizó en el escenario la Aeronave Adolescente. A diferencia de la propuesta anterior, Valcárcel apostó por enfrentarse al público en solitario, a los mandos de su guitarra eléctrica y llevando programado en las bases de su Mac el resto de instrumentos.
Arrancó con “Nuevas versiones”, el último corte de su primer EP “El mirador de la ría de Burgo y otras fuentes de inspiración” como preludio de “Héroes disco perfil”, tema que abre su primer larga duración.
Menos de 10 minutos le bastaron para dibujar a la perfección las líneas maestras de su propuesta: un personaje que nace en el escenario y exuda descaro, atrevimiento y una desenvoltura que engancha a la audiencia y consigue que salte, baile y, sobre todo, sonría. El micro no es su fuerte, pero lo suple con carisma, corazón, entrega y técnica instrumental.
Durante la hora de recital, vestidas las canciones con camisas de rock y abrigos electrónicos, y ataviados con esas prendas nosotros también, subimos a bordo de su aeronave y viajamos en el tiempo hasta a esos años 90, que algunos del público visitan y a los que otros regresan; esa década dorada de la música independiente y alternativa.
Pero su actuación, aunque mira al pasado, nos dejó muy claro que es un artista con futuro.
Redacción: Yago Hernández