Crítica Okja
El puente entre la melancolía, la belleza y el golpe en el estómago
En una de las escenas, a priori, más sencillas de ‘Okja’, la maravillosa película firmada por ese cineasta superdotado llamado Bong Joon-ho, la pequeña Ahn Seo Hyun susurra unas palabras al oído de su mejor amiga, una cerda de dimensiones gigantescas, que el espectador nunca llega a escuchar. Y no lo necesita. La complicidad, el cariño, la ternura que desprenden ambos personajes, humano y animal, no requiere apoyos extra ni subrayados lacrimógenos. Todo está en sus miradas, en la manera en la que se acompañan y entienden dos seres que han encontrado la paz y la felicidad alejadas del ruido y el caos de una sociedad enferma. Todo un hallazgo narrativo que redondea un primer tramo absolutamente fascinante, repleto de poesía visual de altísimo nivel y un control magistral de elementos cinematográficos relacionados directamente con el universo del mejor Miyazaki. De esa manera, con el espíritu Ghibli revoloteando en cada plano, Joon-ho va construyendo una historia que revienta, y se reinventa, tras el inevitable giro dramático que sufre la historia.
A partir de ese momento, personajes como el de Paul Dano, la enorme Tilda Swinton, perfecta una vez más, o el interpretado por un especialmente insoportable Jake Gyllenhaal, toman el control de la película. Una situación que el director coreano no termina de equilibrar, permitiendo que los tonos y ritmos de la cinta se confundan hasta límites realmente sorprendentes. Es entonces cuando ‘Okja’ requiere un cambio parte del espectador, cuya visión se debe adaptar a una historia que, sin demasiada sutileza, se sumerge en terrenos mucho más dramáticos, casi terroríficos, y profundamente perturbadores. Probablemente, el discurso de la película exigía un giro así de brusco y contundente, pero la brutalidad mostrada por Joon-ho termina resultando tan desconcertante como incoherente con el relato.
En cualquier caso, son problemas menores dentro de una propuesta que, sí, peca de cierta irregularidad en su desarrollo, pero consigue construir un relato conmovedor, imponente, capaz de despertar conciencias y provocar conversaciones que solamente nos pueden llevar a conclusiones terribles. Y reales. En definitiva, ‘Okja’ es una obra repleta de sensibilidad y delicadeza, dirigida con maestría y redondeada con uno de los desenlaces más impactantes de los últimos años. El puente entre la melancolía, la belleza y el golpe en el estómago.
Redacción: Alberto Frutos