Crítica Dunkerque
Película de Christopher Nolan, «una obra maestra con la que el cineasta alcanza un nuevo nivel dentro de su carrera»»
Un grupo de soldados aparecen ante nosotros con la mirada perdida hacia un cielo siempre sospechoso. Sobre sus hombros caen trozos de papel que muestran una ruta directa hacia lo imposible, hacia la tragedia, hacia la fuga de una libertad cuya banda sonora corresponde a las bombas, al horror, a la guerra. Y comienzan los disparos. Provienen de lugares invisibles, rincones abandonados que, de repente, se llenan de últimos deseos, cuerpos temblando, carreras a contrarreloj. No han pasado ni cinco minutos desde que en la gran pantalla se comenzaron a suceder planos magistrales y ya estamos dentro de ‘Dunkerque’. Con y sin comillas. Ya estamos dentro de la mejor película que se ha estrenado en nuestro país en lo que llevamos de año. Ya estamos dentro de una nueva cima en el cine de un director que, más allá de debates perezosos y aburridos incluso para aquellos que amamos cualquier tipo de conversación cinéfila, se ha confirmado de manera definitiva como uno de los grandes cineastas del siglo.
Nolan, el ambicioso y el prepotente, el excesivo y el tramposo, el genio que acaba de sumar una nueva obra maestra a su colección.
‘Dunkerque’ supone el trabajo más redondo de la trayectoria de Nolan por la sencilla razón de que todo encaja a la perfección de la manera más rotunda posible, sin fisuras ni adornos, con todo el riesgo del mundo y, al mismo tiempo, con una asfixiante brevedad en el relato que no hace otra que sumar virtudes. ¿Importa realmente la duración de una película para llevar a cabo su valoración? Probablemente no, pero aquí sí. 107 minutos. Ni uno más. Nolan no necesita más para introducir al espectador a una sensación de clímax constante que no se abandona en ningún momento, que te agarra del cuello y no te suelta, que corta la respiración, que te ahoga, que te zarandea, que te eleva y te arrastra sin opción al respiro. El objetivo es que las balas te rocen el cuello, que escuches el ruido de la muerte a tu espalda, que el agua se te meta en la mirada, que sientas el vértigo de un cielo infinito que no es menos infierno que una playa fantasma.
Para ello, Nolan no coge el camino más sencillo, ni mucho menos, así que plantea tres líneas narrativas que suceden en tiempos distintos y que le permiten jugar con el tiempo de la forma en la que lo ha hecho casi siempre. Pero mejor. Y es que, con ‘Dunkerque’, el cineasta, que también firma el guión de la película en solitario, alcanza una madurez absoluta en este terreno demostrando una precisión quirúrgica a la hora de saltar de una historia a otra, de mantener la tensión y el nervio alterando las agujas del reloj. Probablemente, si hubiera escogido el camino recto habría tenido menos problemas sobre el papel para alcanzar la meta, pero la valentía de querer contar una historia desde el riesgo se debe valorar de una manera diferente. Especialmente si el resultado final es un logro de semejantes dimensiones.
Apoyado en un reparto impecable y en un apartado técnico muy cercano a la perfección, sin olvidar la inestimable ayuda de la inmensa banda sonora firmada por Hans Zimmer, entendida mucho más como complemento esencial de la historia que como un conjunto de melodías épicas marca de la casa, Nolan construye una película eterna repleta de instantes de auténtico cine. Así, ‘Dunkerque’ entra con fuerza y contundencia en la lista de clásicos del cine bélico, entregando numerosas escenas que forman ya parte de lo mejor que se ha visto hasta ahora en el género. Una obra maestra con la que el cineasta alcanza un nuevo nivel dentro de su carrera. Un ejercicio cinematográfrico prodigioso, un triunfo inmenso.
Redacción: Alberto Frutos